Patricia Verdugo

18 enero 2008 | | | |

Patricia Verdugo fue una mujer valiente. Cuando muchos prefirieron callar, ella se atrevió a contar esas verdades incómodas que, de otro modo, hubieran quedado enterradas en alguna zanja o perdidas en el fondo del mar, amarradas a los rieles de la desmemoria.

Manuel Gallardo Fuentes
Colegio de Periodistas
Décima Región



Dicen que aprendió a escribir a los tres años. Que siendo niña denunció a un religioso por actos indebidos. Que cuando fue citada a declarar por la publicación del libro “Quemados Vivos” -que narra la brutal agresión a Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas- se limitó a afirmar “yo no ofendo, yo informo los hechos que ocurren”.

“También fue escritora”, señaló escuetamente un canal de TV en la nota sobre su fallecimiento, ocurrido el pasado domingo 13 de enero, como si la decena de libros que escribió fueran una anécdota.

Lo concreto es que nunca antes –y nunca después- tantos chilenos leyeron un mismo libro.

“Los Zarpazos del Puma” –relato preciso y detallado sobre la Caravana de la Muerte- rompió todas las marcas editoriales en un país donde pocos leen libros, aunque nada de eso se publicó en el Chile de los 80.

No fue su único libro. Ni el primero. La lista es extensa e incluye “Una Herida Abierta” (1979), “André de La Victoria” (1984), “Los Zarpazos del Puma (1985), “Quemados Vivos” (1986), “Operación Siglo XX” (1990), “Tiempos de Días Claros” (1990) y “Conversaciones con Nemesio Antúnez” (1995). "Interferencia Secreta: 11 de Septiembre de 1973" (1998), “Bucarest 187” (2001). “Allende: cómo la Casa Blanca provocó su muerte” (2003), “De la tortura (no) se habla” (2005).

Caminó por el siempre difícil sendero de la verdad. Y lo hizo antes, durante y después de la dictadura. En los medios, en sus libros, en conferencias, en páginas web y donde fuera.

Ganó varios premios. El Maria Moors Cabot, de la Universidad de Columbia (1993), el de la Comisión Chilena de Derechos Humanos (1994), el Pemio Cardenal Raúl Silva Henríquez (1995) y el de la Academia Chilena de la Lengua (1996).

El premio Nacional de Periodismo, como suele ocurrir, llegó a la zaga, en 1997. En el año 2000, LASA (Latin American Studies Association) homenajeó su trayectoria.

En el Segundo congreso internacional sobre víctimas del terrorismo, realizado en 2005, Patricia Verdugo expuso su testimonio personal. Habló del Golpe, de la muerte de su padre a manos de los agentes del régimen, de la influencia de la CIA en el derrocamiento de Allende y de la impunidad del general Pinochet.

“Que no haya impunidad ni olvido. Que sí haya justicia y memoria. Colaborar con esta tarea permite que uno se perciba como una persona decente. Y hay que resistir con mucha fuerza las presiones en orden a perdonar y olvidar como sinónimo de buen cristiano. Cada vez que alguien me exige perdón y olvido se que estoy frente a alguien que es cómplice por acción u omisión de los crímenes. Ni el Papa Juan Pablo II permitió la impunidad de quien intentó matarlo. Como Juan Pablo II, acaban de recordarlo, el Papa fue a la cárcel, lo bendijo en señal de perdón y el criminal se quedó entre rejas hasta completar su condena. Eso es justicia.”

Fue una mujer valiente que, cuando muchos prefirieron callar, se atrevió a contar esas verdades incómodas que, de otro modo, hubieran quedado enterradas en alguna zanja o perdidas en el fondo del mar, amarradas a los rieles de la desmemoria.

Patricia Verdugo (1947-2008) es mucho más que un capítulo en la historia del periodismo nacional. Es parte de la historia de Chile.


1 comentarios:

vacanudo dijo...

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