Cuando el Mercado Ahoga la Libertad de Prensa

24 octubre 2006 | | | |

Artículo escrito por Genaro Arriagada y publicado en www.asuntospublicos.org
19/10/2006 Por Genaro Arriagada

Sería absurdo e injusto no reconocer que, comparada con el período autoritario, la actual estructura de los medios de comunicación chilenos garantiza un mayor acercamiento a los ideales de libertad que se asocian a la democracia. Chile vive hoy en una democracia que, no obstante sus imperfecciones, ha conducido a una vida en sociedad satisfactoria, con enormes espacios para la crítica, el disenso y la denuncia. La libertad de prensa no está limitada por leyes, ni tampoco por el poder del Estado, ni por la violencia contra los propietarios de los medios o los periodistas independientes.

Sin embargo, si se analiza la actual situación del diarismo chileno hay también razones para preocuparse.

Concentración y Pérdida del Pluralismo


La estructura de la industria muestra una tendencia a la concentración y pérdida de pluralismo.

En el período anterior al régimen militar, existía un mayor número de diarios y con líneas editoriales más diversas. A los actualmente existentes, El Mercurio, Las Ultimas Noticias, La Segunda, La Tercera y La Nación se agregaban Última Hora, Clarín, El Siglo, Puro Chile en la izquierda; La Prensa en el centro; Tribuna en la derecha. La diversidad en los diarios regionales era real ya que existía un gran número de periódicos independientes y la única cadena de diarios de provincias pertenecía a un grupo vinculado a la Democracia Cristiana. Los años finales de la dictadura, con la fundación de La Época y Fortín Mapocho, parecieron indicar la vuelta a un mayor pluralismo ya que esos medios tenían líneas editoriales distantes de la derecha. Sin embargo, muy luego la ilusión se esfumó.

Hoy, la estructura del diarismo nacional muestra una falta de pluralismo sin precedentes. La prensa escrita, en términos empresariales es un duopolio, si se considera de que de los ocho diarios nacionales que existen, cinco -que representan el 90% de las copias que circulan diariamente- pertenecen a sólo dos empresas.

En cuanto a la orientación ideológica encontramos más dueños, pero menos diversidad. Siete de esos ocho periódicos son conservadores. Sólo hace excepción -temporal, habría que agregar pues su línea varía según el gobierno- el diario estatal La Nación, que representa un tres por ciento de la circulación nacional. En el plano de los diarios regionales todos ellos -con la excepción de tres o cuatro- hoy son parte de la cadena de El Mercurio.


La Ideología sobre la Libertad de la Gran Prensa


Al analizar las relaciones entre los medios de comunicación y la democracia es necesario tener presente que, sobre esta materia, existe en América Latina una suerte de “ideología oficial”, sostenida y divulgada por las organizaciones que agrupan a los dueños de las grandes empresas periodísticas.

Ella tiene cuatro rasgos fundamentales. Primero, que la democracia supone la propiedad privada de todos los medios de comunicación, siendo inconveniente la existencia de medios estatales. Segundo, que la mayor amenaza a la libertad de prensa es la censura que, a partir del poder del Estado, ejercen los gobiernos y que va desde la amenaza policial, la dictación de leyes represivas hasta la presión económica sobre la empresa periodística o sus dueños. Tercero, que al Estado no le corresponde promover ni apoyar medios de comunicación pues eso crea distorsiones (favoritismo, clientelismo). Cuarto, como base fundamental de lo anterior, la creencia de que el libre funcionamiento del mercado garantiza no sólo la libre creación de medios, sino una sana competencia, donde sobrevivirán los mejores, sin importar su línea política.

Esta idea predominante en el establishment mediático de la región es parcialmente verdadera, lo que la hace más peligrosa, pues suele suceder que lo peor no son los conceptos falsos, sino aquellos que tienen una combinación de falsedad y verdad.


Libertad Económica sin Restricciones y Libertad de Prensa


Durante más de dos siglos los defensores de la libertad de prensa han sostenido que su real enemigo, y tal vez el único del que había realmente que preocuparse, era el poder político, esto es, los gobiernos, permanentemente tentados de controlar, censurar o domesticar a un actor incómodo, independiente del Estado, que ponía límites a su poder, que lo criticaba y exponía a la luz pública sus defectos, errores y corrupciones.

Algunas de las páginas más elocuentes de la literatura política se escribieron en este sentido. En rigor, es una preocupación que sigue siendo válida, como lo muestran los intentos de toda clase dictaduras por controlar a los medios y, si somos francos, de no pocos gobiernos democráticos, aunque éstos empleen métodos más sutiles.

La anterior es una parte de la verdad. Pero sería equivocado no llamar la atención sobre un riesgo que viene del lado opuesto: en América Latina la extrema libertad económica de las empresas que controlan medios de comunicación está transformándose en un peligro para la libertad. Sin desconocer la importancia de las amenazas provenientes de los gobiernos, las que pueden llegar a ser enormes y urgentes, este artículo se concentrará en las que resultan de la libertad económica. El mercado, si actúa ajeno a una racionalidad ética y a regulaciones, puede ser un instrumento dañino para la libertad.


El Dominio de los Más Fuertes


Hace unos 60 años, el más destacado filósofo liberal del Siglo XX, Karl Popper, describía la llamada “paradoja de la libertad” diciendo que “la libertad, si es ilimitada, se anula a sí misma. La libertad ilimitada significa que un individuo vigoroso es libre de asaltar a otro débil y de privarlo de su libertad”. Y refiriéndose a la actividad económica, agregaba que donde ella fuera absoluta “los ciudadanos económicamente fuertes son libres de atropellar a los económicamente débiles y de robarles su libertad. En estas circunstancias, la libertad económica ilimitada puede resultar tan injusta como la libertad física ilimitada...Y suponiendo que el Estado limite sus actividades a la supresión de la violencia (y a la protección de la propiedad) seguirá siendo posible que una minoría económicamente fuerte explote a la mayoría de los económicamente débiles”.

El actual estado de desarrollo de la industria de los medios de comunicación está haciendo que los individuos más poderosos (esto es, grandes conglomerados periodísticos) sean libres -aunque éste sea un efecto no buscado de su acción- para atropellar y arrebatar su libertad de prensa a los individuos y grupos económicamente más débiles.

En las últimas décadas, en el mundo entero, se ha ido produciendo una creciente concentración de medios de comunicación escritos -diarios, revistas, editoriales- en grandes compañías privadas que, además, suelen extenderse al control de radios y estaciones de TV. Esta tendencia encuentra fundamento en realidades empresariales y de mercado que parecen hacerla no sólo inevitable sino, también, creciente.


Los Kioscos Sitiados


Hoy las barreras de entrada a la industria editorial son mucho más altas que en el pasado. Para una empresa pequeña que produce un solo medio, sea un semanario, un diario o unos pocos libros, es crecientemente difícil competir con una multimedia que aprovecha las economías de escala y que se nutre de poderosas gerencias comunes de producción, finanzas, comercialización, marketing, administración. El ser parte de una gran empresa, con una variedad de productos y servicios comunes, crea mayores oportunidades de ventas, promoción, avisaje y para lograr reducciones de costos; por ejemplo, una cadena publica una serie de reportajes periodísticos, que luego comentan los otros diarios, radios y la estación de TV que le pertenecen, transforman los reportajes en un libro a cargo de la editorial propiedad del mismo conglomerado, el que es comentado y avisado a precios reducidos en los medios relacionados y promocionada su venta a través del club de lectores del principal diario de la compañía.

En el campo de la distribución de periódicos empiezan a desaparecer los kioscos como puestos de venta que son abiertos a todas las publicaciones, para ser reemplazados por las redes de suscripciones que, por el contrario, son canales privados, exclusivos de cada medio o cadena. Este desarrollo ha sido tan acelerado que hoy, en Chile, los dos diarios de mayor circulación venden en Santiago ocho de cada diez ejemplares a través de suscripciones.

A su vez, cada club de suscriptores es una forma de competencia desleal contra los kioscos, pues no sólo ofrecen, por ejemplar, un precio menor al de tapa, sino que entregan, gratuitamente, un conjunto de servicios y regalos a cada suscriptor que hacen en los hechos el precio casi inexistente.

Otra amenaza principal a la libertad de expresión es la arbitrariedad de muchos empresarios que creen que al colocar sus avisos tienen derecho a influir sobre la línea editorial del medio de comunicación con que contratan; o, peor, que por la vía de la discriminación publicitaria intentan sacar fuera del mercado a quienes disienten de su ideología o de sus intereses. Poderosos actores económicos y sociales que consideran su derecho asumir algunas de las funciones que antes se había arrogado la dictadura como, por ejemplo, censurar, impedir o tratar de impedir que se escuchen voces y puntos de vista distintos a los propios. Como lo dijera el Ministro de Hacienda de Chile en una exposición ante los máximos líderes empresariales, hay una amenaza a la libertad de prensa que se produce “cuando el grueso del empresariado se abanderiza con una posición política... cuando usan sólo uno o dos medios de comunicación para el avisaje publicitario, limitando el debate público y perdemos la oportunidad de escuchar a los que no acceden a esos medios”.


Los Grupos Inquisidores


Congregaciones religiosas católicas conservadoras, como el Opus Dei y especialmente los Legionarios de Cristo, que tienen enorme influencia en los grupos empresariales, refuerzan esta tendencia hacia la discriminación castigando a quienes sostienen líneas editoriales que ellos califican de excesivamente liberales en temas de valores, o que motejan de “antifamilia”. En Chile, como en México, los Legionarios de Cristo, actuando sobre los empresarios que les eran afines, desataron feroces campañas de discriminación en el avisaje en contra de dos medios -en Chile, la revista Siete + 7- por publicar las acusaciones de abusos sexuales cometidas por Marcial Maciel, fundador de los Legionarios, las que tres años después recibieron una confirmación por el Papa.

Las distorsiones por motivos políticos de cualquier mercado son inconvenientes si se hacen en nombre de ideologías de izquierda o de derecha. Son, además, faltas a la ética empresarial, pues un ejecutivo, con el dinero de los propietarios de la empresa y de los accionistas, tiene la obligación de asignar las inversiones publicitarias de acuerdo al objetivo del negocio, pero no el derecho a emplearlas para promover sus convicciones políticas, religiosas o de otro orden discriminando a ciertos medios, haciéndolos más vulnerables y preparando por esa vía, su desaparición del mercado o su compra por sus competidores más fuertes.

En países como los nuestros, donde el liberalismo de muchos empresarios termina en el mercado sin alcanzar ni a la política, los temas valóricos, ni a la tolerancia frente a las opiniones ajenas, la inversión publicitaria es todavía utilizada como un instrumento para influir sobre la línea editorial del medio de comunicación al que se le asigna; o, peor, por la vía de la discriminación sacar fuera del mercado a quienes disienten de su ideología o de sus intereses.


Una Perspectiva Peligrosa


Las tendencias anteriores han conducido a una concentración de los medios sobre la base de que los más grandes y mejor financiados van engullendo a los diarios independientes, los regionales y a los que sostienen una línea editorial más contestataria y ajena al pensamiento conservador.

El mayor peligro de esta tendencia es que reduce el pluralismo y fuera de control puede incluso ahogarlo. ¿Qué pasa si uno o dos conglomerados multimediales dominantes deciden transformar su superioridad en los mercados en un intento por imponer al resto de los ciudadanos una sola visión del mundo, la sociedad, la cultura? El resultado sería nefasto para la libertad y haría perder legitimidad al manejo privado de medios de comunicación. ¿Qué razón lleva a aceptar esta estructura de la industria de los medios de comunicación? La mayor eficiencia: ¡Sí! Pero la mayor eficiencia a cambio de la pérdida del pluralismo y la diversidad: ¡No!



Genaro Arriagada: Director de www.asuntospublicos.org

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